domingo, 13 de abril de 2014

Las Mil y Una Noche IV: La 24ª noche.



Te cuento una historia, comentamos con té y te doy las buenas noches.




PERO CUANDO LLEGO LA 24ª NOCHE
Y Schehrazada dijo:
He llegado a saber, ¡oh rey afortunado! que la abuela de Agib se encolerizó mucho, miró al esclavo de una manera terrible, y le dijo: "Pero ¡desdichado! ¡Así has pervertido a este niño! ¿Cómo te atreviste a hacerle entrar en tiendas de cocineros o pasteleros?" A estas palabras de la abuela de Agib, el eunuco, muy asustado, se apresuró a negar, y dijo: "No hemos entrado en ninguna pastelería; no hicimos más que pasar por delante". Pero Agib insistió tenazmente: "¡Por Alah! Hemos entrado y hemos comido muy bien". Y maliciosamente añadió: "Y te repito, abuela, que aquel dulce estaba mucho mejor que este que nos ofreces".
Entonces la abuela se marchó indignada en busca del visir para enterarle de aquel "terrible delito del eunuco de alquitrán". Y de tal modo excitó al visir contra el esclavo, que Chamseddin, hombre de mal genio, que solía desahogarse a gritos contra la servidumbre, se apresuró a marchar con su cuñada en busca de Agib y el eunuco. Y exclamó: "¡Said! ¿Es cierto que entraste con Agib en una pastelería?" Y el eunuco, aterrado, dijo: "No es cierto, no hemos entrado". Pero Agib, maliciosamente, repuso: "¡Sí que hemos entrado! ¡Y además, cuánto hemos comido! ¡Ay, abuela! Tan rico estaba, que nos hartamos hasta la nariz. Y luego hemos tomado un sorbete delicioso, con nieve, de lo más exquisito. Y el complaciente pastelero no economizó en nada el azúcar, como la abuela". Entonces aumentó la ira del visir, y volvió a preguntar al eunuco, pero éste seguía negando. En seguida el visir le dijo: "¡Said! Eres un embustero.
Has tenido la audacia de desmentir a este niño, que dice la verdad, y sólo podría creerte si te comieras toda esta terrina preparada por mi cuñada. Así me demostrarías que te hallas en ayunas".
Entonces Said, aunque ahíto por la comilona en casa de Badreddin, quiso someterse a la prueba. Y se sentó frente a la terrina dispuesto a empezar; pero hubo de dejarlo al primer bocado, pues estaba hasta la garganta. Y tuvo que arrojar el bocado que tomó, apresurándose a decir que la víspera había comido tanto en el pabellón con los demás esclavos, que había cogido una indigestión. Pero el visir comprendió en seguida que el eunuco había entrado realmente aquel día en la tienda del pastelero. Y ordenó que los otros esclavos lo tendiesen en tierra, y él mismo, con toda su fuerza, le propinó una gran paliza. Y el eunuco lleno de golpes, pedía piedad, pero seguía gritando: "¡Oh mi señor, es cierto que cogí una indigestión!" Y como el visir ya se cansaba de pegarle, se detuvo y le dijo: "¡Vamos! ¡Confiesa la verdad!" Entonces el eunuco se decidió y dijo: "Sí, mi señor, es verdad. Hemos entrado en una pastelería en el zoco. Y lo que se nos dió allí de comer era tan rico, que en mi vida probé una cosa semejante. ¡No como este plato horrible y detestable! ¡Por Alah! ¡Qué malo es!"
Entonces el visir se echó a reír de muy buena gana; pero la abuela no pudo dominar su despecho, y dijo: "¡Calla, embustero! ¡A que no traes un plato como éste! Todo eso que has dicho no es más que una invención tuya. Ve, si no, a buscar una terrina de ese mismo dulce. Y si la traes, podremos comparar mi trabajo y el de ese pastelero. Mi cuñado será quien juzgue". Y el eunuco contestó: "No hay inconvenientes". Entonces la abuela le dió medio dinar y una terrina de porcelana, vacía.
Y el eunuco salió marchando a la pastelería, donde dijo al pastelero: "He aquí que acabamos de apostar en favor de ese plato de granada que sabes hacer, contra otro que han preparado los criados. Aquí tienes medio dinar, pero preséntalo con toda tu pericia, pues si no, me apalearán de nuevo. Todavía me duelen las costillas". Entonces Hassan se echó a reír y le dijo: "No tengas cuidado; sólo hay en el mundo una persona que sepa hacer este dulce, y es mi madre. ¡Pero está en un país muy lejano!"
Después Badreddin llenó muy cuidadosamente la terrina, y aun hubo de mejorarla añadiéndole un poco de almizcle y de agua de rosas. Y el eunuco regresó a toda prisa al campamento. Entonces la abuela de Agib tomó la terrina y se apresuró a probar el dulce, para darse cuenta de su calidad y su sabor. Y apenas lo llevó a sus labios, exhaló un grito y cayó de espaldas.



Y el visir y todos los demás no salían de su asombro, y se apresuraron a rociar con agua de rosas la cara de la abuela, que al cabo de una hora pudo volver en sí. Y dijo: "¡Por Alah! ¡El autor de este plato de granada no puede ser más que mi hijo Hassan Badreddin, y no otro alguno! ¡Estoy segura de ello! ¡Soy la única que sabe prepararlo de esta manera, y sólo se lo enseñé a mi hijo Hassan!"
Y al oírla, el visir llegó al límite de la alegría y de la impaciencia, y exclamó: "¡Alah va a permitir por fin que nos reunamos!" En seguida llamó a sus servidores, y después de meditar unos momentos, concibió un plan, y les dijo: "Id veinte de vosotros inmediatamente a la pastelería de ese Hassan, conocido en el zoco por Hassan El-Bassrauí, y haced pedazos cuanto haya en la tienda. Amarrad al pastelero con la tela de su turbante, y traédmelo aquí, pero sin hacerle daño alguno".
Luego montó a caballo, y provisto de las cartas oficiales, se fué a la casa del gobierno para ver al lugarteniente que representaba en Damasco a su señor el sultán de Egipto. Y mostró las cartas del sultán al lugarteniente-gobernador, que se inclinó al leerlas, besándolas respetuosamente y poniéndoselas sobre la cabeza con veneración. Después, volviéndose al visir, le dijo: "Estoy a tus órdenes. ¿De quién quieres apoderarte?" Y el visir le contestó: "Solamente de un pastelero del zoco". Y el gobernador dijo: "Pues es muy fácil". Y mandó a sus guardias que fuesen a prestar auxilio a los servidores del visir. Y después de despedirse del gobernador, volvió el visir a sus tiendas.
Por su parte, Hassan Badreddin vió llegar gente armada con palos, piquetas y hachas, que invadieron súbitamente la pastelería, haciéndolo pedazos todo, tirando por los suelos los dulces y pasteles, y destruyendo, en fin, la tienda entera. Después, apoderándose del espantadísimo pastelero, le ataron con la tela de su turbante, sin decir palabra. Y Hassan pensaba: "¡Por Alah! La causa de todo esto debe haber sido esa maldita terrina. ¿Qué habrán encontrado en ella?"
Y acabaron por llevarle al campamento, a presencia del visir. Y Hassan Badreddin, muy asustado, exclamó: "¡Señor! ¿Qué crimen he cometido?" Y el visir le dijo: "¿Eres tú quien ha preparado ese dulce de granada?" Y Hassan repuso: "¡Oh señor! ¿Has encontrado en él algo por lo cual deban cortarme la cabeza?" Y el visir replicó severamente: "¿Cortarte la cabeza? Eso sería un castigo demasiado suave. Algo peor te ha de pasar, como irás viendo".
Porque el visir había encargado a las dos damas que le dejasen a su gusto, pues no quería darles cuenta de sus investigaciones hasta su llegada a El Cairo.
Llamó, pues, a sus esclavos, y les dijo: "Que se me presente uno de nuestros camelleros.
Y traed un cajón grande de madera". Y los esclavos obedecieron en seguida. Después, por orden del visir, se apoderaron del atemorizado Hassan y le hicieron entrar en el cajón, que cerraron cuidadosamente. En seguida lo cargaron en el camello, levantaron las tiendas, y la comitiva se puso en marcha. Y así caminaron hasta la noche. Entonces se detuvieron para comer, y a fin de que Hassan también comiese, le dejaron salir unos instantes, encerrándole después de nuevo. Y de este modo prosiguieron el viaje.
De cuando en cuando se detenían, y se hacía salir a Hassan para encerrarle luego de ser sometido a un interrogatorio del visir, que le preguntaba cada vez: "¿Eres tú el que preparó el dulce de granada?" Y Hassan contestaba siempre: "¡Oh mi señor! Así es, en verdad". Y el visir exclamaba: "Atad a ese hombre y encerradle en el cajón!"
Y de este modo llegaron a El Cairo. Pero antes de entrar en la ciudad, el visir hizo que sacaran a Hassan del cajón y se lo presentasen. Y entonces dispuso: "¡Que venga en seguida un carpintero!" Y el carpintero compareció, y el visir le dijo: "Toma las medidas de alto y de ancho para construir una picota que le vaya bien a este hombre. y adáptala a un carretón, que arrastrará una pareja de búfalos". Y Hassan, espantado, exclamó: "¡Señor! ¿Qué vas a hacer conmigo?" Y el visir dijo: "Clavarte en la picota y llevarte por la ciudad para que todos te vean". Y Hassan repuso: "Pero ¿cuál es mi crimen, para que me castigues de este modo?" Entonces el visir Chamseddin le dijo: "¡La negligencia con que preparaste el plato de granada! Le faltaban condimento y aroma". Y al oírlo Hassan se aporreó con las manos la cabeza, y dijo: "¡Por Alah! ¡Todo eso es mi crimen! ¿Y no es otra la causa de este suplicio del viaje, y de que sólo me hayas dado de comer una vez al día, y piensas, por añadidura, clavarme en la picota?" Y el visir respondió: "Ciertamente, esa es toda la causa; ¡por la falta de condimento!"
Entonces Hassan llegó al límite del asombro, y levantando los brazos al cielo se puso a reflexionar profundamente. Y el visir le dijo: "¿En qué piensas?" Y Hassan respondió: "¡Por Alah! Pienso en que hay muchos locos en este mundo. Porque si tú no fueses el más loco de todos los locos, no me hubieras tratado así porque falte un poco de aroma en un plato de granada". Y el visir dijo: "He de enseñarte a que no reincidas, y no veo otro medio". Pero Hassan exclamó: "¡Pues tu manera de proceder es un crimen muchísimo mayor que el mío, y debías empezar por castigarte!" Entonces el visir contestó: "¡No te preocupes! ¡La picota es lo que más te conviene!"
Y mientras tanto, el carpintero seguía preparando allí mismo el poste del suplicio, y de cuando en cuando dirigía miradas a Hassan, como queriéndole decir: "¡Por Alah, que has de estar muy a tu gusto!"
Pero a todo esto se hizo de noche. Y se apoderaron de Hassan y nuevamente lo encerraron en el cajón. Y su tío le dijo: "¡Mañana te crucificaremos!" Después aguardó a que Hassan se hubiese dormido dentro de su cárcel. Entonces dispuso que cargasen la caja en un camello y dió la orden de partir, no deteniéndose hasta llegar al palacio.
Fué entonces cuando quiso revelárselo todo a su hija y a su cuñada. Y dijo a su hija Sett El-Hosn: "¡Loado sea Alah que nos ha permitido encontrar a tu primo Hassan Badreddin! ¡Ahí lo tienes! ¡Marcha, hija mía, y sé feliz! Y procura colocar los muebles, los tapices y todo lo de la casa y de la cámara nupcial exactamente lo mismo que estaban la noche de tus bodas". Y Sett El-Hosn, casi en el límite de la emoción, dió al momento las órdenes necesarias, y sus siervas se levantaron en seguida, y pusieron manos a la obra, encendiendo los candelabros. Y el visir les dijo: "Voy a auxiliar vuestra memoria". Y abrió un armario, y sacó el papel con la lista de los muebles y de todos los objetos, con la indicación de los sitios que ocupaban. Y fué leyendo muy detenidamente esta lista, cuidando que cada cosa se pusiera en su lugar. Y tan a maravilla se hizo todo, que el observador más inteligente se habría creído aún en la noche de boda de Sett El-Hosn con el jorobado.
E seguida el visir colocó con sus propias manos las ropas de Hassan donde éste las dejó: el turbante en la silla, el calzoncillo en el lecho, los calzones y el ropón en el diván, con la bolsa de los mil dinares y el contrato del judío, volviendo a coser en el turbante el pedazo de hule con los papeles que contenía.
Después recomendó a Sett el-Hosn que se vistiese como la primera noche, disponiéndose a recibir a su primo y esposo Hassan Badreddin, y que cuando éste entrase, le dijera: "¡Oh! ¡cuánto tiempo has estado en el retrete! ¡Por Alah! Si estás indispuesto , ¿Por qué no lo dices? ¿No soy yo tu esclava?
Y le recomendó también, aunque en realidad Sett El-Hosn no necesitaba esta advertencia, que se mostrase muy cariñosa con su primo y le hiciese pasar la noche lo más agradablemente posible.
Y luego el visir apuntó la fecha de este día bendito. Y fué al aposento donde estaba Hassan encerrado en el cajón. Lo mandó sacar mientras dormía, le desató las piernas, lo desnudó y no le dejó más que una camisa fina y un gorro en la cabeza, lo mismo que la noche de la boda. Después se escabulló, abriendo las puertas que conducían a la cámara nupcial para que Hassan se despertase solo.
Y Hassan no tardó en despertarse, y atónito al verse casi desnudo en aquel corredor tan maravillosamente alumbrado, y que no se le hacía desconocido, dijo: "¡Por Alah! ¿estaré despierto o soñando?"
Pasados los primeros instantes de sorpresa, se arriesgó a levantarse y a mirar a través de una de las puertas que se abrían en el pasillo. Y en el acto perdió la respiración. Acababa de reconocer la sala donde se había celebrado la fiesta en honor suyo y con tal detrimento para el jorobado. Y al mirar por la puerta que conducía a la cámara nupcial, vió su turbante encima de una silla y en el diván su ropón y sus calzones. Entonces, llena de sudor la frente, se dijo: "¿Estaré despierto? ¿Estaré soñando? ¿Estaré loco?" Y quiso avanzar, pero adelantaba un paso y retrocedía otro, limpiándose a cada momento la frente, bañada en un sudor frío. Y al fin exclamó: "¡Por Alah ! No es posible dudarlo. ¡Esto es un sueño! Pero ¿no estaba yo amarrado y metido en un cajón? ¡No; esto es un sueño!" Y así llegó hasta la entrada de la cámara nupcial, y cautelosamente avanzó la cabeza.
Y he aquí que Sett El-Hosn, tendida en el lecho, en toda su hermosura, levantó gentilmente una de las puntas del mosquitero de seda azul y dijo: "¡Oh dueño querido! ¡Cuánto tiempo has estado en el retrete! ¡Ven en seguida!"
Entonces el pobre Hassan se echó a reír a carcajadas, como un tragador de haschich o un fumador de opio, y gritaba: "¡Oh, qué sueño tan asombroso! ¡Qué sueño tan embrollado!" Y avanzó con infinitas precauciones, como si pisara serpientes, agarrando con una mano el faldón de la camisa y tentando en el aire con la otra, como un ciego o como un borracho.
Después, sin poder resistir la emoción, se sentó en la alfombra y empezó a reflexionar profundamente. Y es el caso que veía allí mismo, delante de él, sus calzones tal como eran, abombados y con sus pliegues bien hechos, su turbante de Bassra, su ropón, y colgando, los cordones de la bolsa.
Nuevamente le habló Sett El-Hosn desde el interior del lecho, y le dijo: "¿Qué haces, mi querido? ¡Te veo perplejo y tembloroso! ¡Ah! ¡No estabas así al principio!"
Entonces Badreddin, sin levantarse y apretándose la frente con las manos, empezó a abrir y a cerrar la boca, con una risa de loco, y al fin pudo decir: "¿Qué principio? ¿Y de qué noche? ¡Por Alah! ¡Si hace años y años que me ausenté!"
Entonces Sett El-Hosn le dijo: "¡Oh querido mío! Tranquilízate! ¡Por el nombre de Alah sobre ti y en torno de ti! ¡Tranquilízate! Hablo de esta noche que acabas de pasar en mis brazos, ¡la noche del poderoso ariete! Saliste un instante y has tardado cerca de una hora. Pero ya veo que no te encuentras bien. ¡Ven, ojos míos a que te dé calor; ven, alma mía!"
Pero Badreddin siguió riendo como un loco, y dijo: "¡Puede que digas la verdad! ¡Es posible que me haya dormido en el retrete y que haya soñado!" Después añadió: "¡Pero qué sueño tan desagradable! Figúrate que he soñado que era algo así como cocinero o pastelero de la ciudad de Damasco, en Siria, muy lejos de aquí, y que vivía diez años en ese oficio. He soñado también con un muchacho, seguramente hijo de noble, al que acompañaba un eunuco. Y me ocurrió con él tal aventura..." Y el pobre Hassan, notando que el sudor le bañaba la frente, fué a enjugarla, pero entonces tentó la huella de la piedra que le había herido, y dió un salto y dijo: "¡Por Alah! ¡Esta es la cicatriz de la pedrada que me tiró aquel muchacho!" Después reflexionó un instante, y añadió: "¡Es efectivamente un sueño! Este golpe es posible que me lo hayas dado tú hace un momento, en uno de nuestros transportes".
Luego dijo: "Sigo contándote mi sueño. Llegué a Damasco, pero no sé cómo. Era una mañana, y yo iba como ahora me ves, en camisa y con un gorro blanco: el gorro del jorobado. Y los habitantes no sé qué querían hacer conmigo. Heredé la tienda de un pastelero, un viejecillo muy amable. ¡Pero claro; esto no ha sido un sueño! Porque he preparado un plato de granada que no tenía bastante aroma... ¿Y después... ? ¿Pero he soñado todo esto o ha sido realidad... ?"
Entonces Sett El-Hosn exclamó: "¡Querido mío, realmente has soñado cosas muy extrañas! ¡Por favor, prosigue hasta el final!"
Y Hassan Badreddin, interrumpiéndose de cuando de cuando para lanzar exclamaciones, refirió a Sett El-Hosn toda la historia, real o soñada, desde el principio hasta el fin. Y luego añadió: "¡Cuando pienso que por poco me crucifican! ¡Y me hubiesen crucificado si no se disipa oportunamente el sueño! ¡Por Alah! ¡Todavía sudo al acordarme del cajón!"
Y Sett El-Hosn le preguntó: "¿Y por qué te querían crucificar?" Y él contestó: "Por haber aromatizado poco el dulce de granada. ¡Oh! Me esperaba la terrible picota con un carretón arrastrado por dos búfalos del Nilo. Pero gracias a Alah, todo ha sido un sueño ... Y a fe que la pérdida de mi pastelería, destruida por completo, me dió mucha pena".
Entonces Sett El-Hosn, que ya no podía más, saltó de la cama, se echó en brazos de Hassan Badreddin, y estrechándole contra su pecho empezó a besarle todo. Pero él no se movía. Y de pronto dijo: "¡No, no! ¡Esto es un sueño! ¡Por Alah! ¿dónde estoy? ¿dónde está la verdad?"
Y el pobre Hassan, llevado suavemente al lecho en brazos de Sett El-Hosn, se tendió extenuado y cayó en un sueño profundo, velado por su esposa, que de cuando en cuando le oía murmurar: "¡Es la realidad! ¡No! ¡Es un sueño!"
Con la mañana volvió la calma al espíritu de Hassan Badreddin, que al despertarse se encontró en brazos de Sett El-Hosn, viendo al pie del lecho a su tío el visir Chamseddin, que en seguida le deseó la paz. Y Badreddin le dijo: "¡Por Alah! ¿No has sido tú quien mandó que me atasen los brazos y has dispuesto la destrucción de mi tienda? ¡Y todo ello por estar poco aromatizado el dulce de granada!"
Entonces el visir Chamseddin, como ya no había razón para callar, le dijo:
"¡Oh hijo mío! Sabe que eres Hassan Badreddin, hijo de mi difunto hermano Nureddin, visir de Bassra. Y si te he hecho sufrir tales tratos ha sido para tener una nueva prueba con qué identificarte y saber que eras tú, y no otro, el que entró en la casa de mi hija la noche de la boda. Y esa prueba la he tenido al ver que conocías (pues yo estaba escondido detrás de ti) la casa y los muebles, y después tu turbante, tus calzones y tu bolsillo, y sobre todo, la etiqueta de esta bolsa y el pliego sellado del turbante, que contiene las instrucciones de tu padre Nureddin. Dispénsame, pues, hijo mío; porque no tenía otro medio de conocerte, ya que no te hube visto nunca, pues naciste en Bassra. ¡Oh hijo mío! Todo esto se debe a una divergencia que surgió hace muchos años entre tu padre Nureddin y yo, que soy tu tío".
Y el visir le contó toda la historia, y después le dijo: "¡Oh hijo avío! En cuanto a tu madre, la he traído de Bassra, y la vas a ver, lo mismo que a tu hijo Agib, fruto de tu primera noche de bodas con tu prima". Y el visir corrió a llamarlos.
El primero en llegar fué Agib, que esta vez se echó en brazos de su padre, y Badreddin, lleno de alegría, recitó estos versos:
¡Cuando te fuiste me puse a llorar, y las lágrimas se desbordaban de mis párpados!!
¡Y juré que si Alah reunía alguna vez a los amantes, afligidos por su separación, mis labios no volverían a hablar de la pasada ausencia
¡La felicidad ha cumplido lo que ofreció y ha pagado su deuda ¡Y mi amigo ha vuelto! ¡Levántate hacia aquel que trajo la dicha, y recógete los faldones de tu ropón para servirle!
Apenas concluyó de recitar, cuando llegó sollozando la abuela de Agib, madre de Badreddin, y se precipitó en los brazos de su hijo, casi desmayada de júbilo. Y a la vuelta de grandes expansiones y lágrimas de alegría, se contaron mutuamente sus historias y sus penas y todos sus padecimientos.
Esta es, ¡oh rey afortunado! -dijo Schehrazada al rey Schahriar- la historia maravillosa que el visir Giafar Al-Barmakí refirió al califa Harún Al-Raschid, Emir de los Creyentes de la ciudad de Bagdad.
Y son estas también las aventuras del visir Chamseddin, de su hermano el visir Nureddin y de Hassan Badreddin, hijo de Nureddin.
Y el califa Harún Al-Raschid dijo: "¡Por Alah, que todo esto es verdaderamente asombroso!" Y admirado hasta el límite de la admiración, sonrió agradecido a su visir Giafar, y ordenó a los escribas de palacio que escribiesen con oro y con su más bella letra esta maravillosa historia y que la conservasen cuidadosamente en el armario de los papeles para que sirviese de lección a los hijos de los hijos.
Y la discreta y sagaz Schehrazada, dirigiéndose al rey Schahriar, sultán de la India y de la China, prosiguió de este modo: "Pero no creas, ¡oh rey afortunado! que esta historia sea tan admirable como la que ahora te contaré, si no estás cansado!" Y el rey Schahriar le preguntó: "¿Qué historia es esa?" Y Schehrazada dijo: "Es mucho más admirable que todas las otras". Y Schahriar preguntó: "¿Pero cómo se llama?" Y ella dijo:
"Es la historia del Sastre, el Jorobado, el Judío, el Nazareno y el Barbero de Bagdad".



Entonces el rey exclamó: "¡Te lo concedo! ¡Puedes contarla!"
Entonces Schehrazada dijo al rey Schahriar:
"He llegado a saber, ¡oh rey afortunado! que en la antigüedad del tiempo y en lo pasado de las edades y de los siglos, hubo en una ciudad de la China un hombre que era sastre y estaba muy satisfecho de su condición. Amaba las distracciones apacibles y tranquilas y de cuando en cuando acostumbraba salir con su mujer, para pasearse y recrear la vista con el espectáculo de las calles y los jardines. Pero cierto día que ambos habían pasado fuera de casa, al regresar a ella, al anochecer, encontraron en el camino a un jorobado de tan grotesca facha, que era antídoto de toda melancolía y haría reír al hombre más triste, disipando todo pesar y toda aflicción.
Inmediatamente se le acercaron el sastre y su mujer, divirtiéndose tanto con sus chanzas, que le convidaron a pasar la noche en su compañía.
El jorobado hubo de responder a esta oferta como era debido, uniéndose a ellos, y llegaron juntos a la casa. Entonces el sastre se apartó un momento para ir al zoco antes de que los comerciantes cerrasen su tienda, pues quería comprar provisiones con qué obsequiar al huésped. Compró pescado frito, pan fresco, limones, y un gran pedazo de halaua  para postre.



Después volvió, puso todas estas cosas delante del jorobado, y todos se sentaron a comer.
Mientras comían alegremente, la mujer del sastre tomó con los dedos un gran trozo de pescado, y lo metió por broma todo entero en la boca del jorobado, tapándosela con la mano para que no escupiera el pedazo, y dijo: "¡Por Alah! Tienes que tragarte ese bocado de una vez sin remedio, o si no, no te suelto".
Entonces el jorobado, tras de muchos esfuerzos, acabó por tragarse el pedazo entero. Pero desgraciadamente para él, había decretado el Destino que en aquel bocado hubiese una enorme espina. Y esta espina se le atravesó en la garganta, ocasionándole en el acto la muerte.
Al llegar a este punto de su relato, vió Schehrazada, hija del visir, que se acercaba la mañana, y con su habitual discreción no quiso proseguir la historia, para no abusar del permiso concedido por el rey Schahriar.
Entonces su hermana, la joven Doniazada, le dijo: "¡Oh hermana mía! ¡Cuán gentiles, cuán dulces y cuán sabrosas son tus palabras!" Y Schehrazada respondió: "¿Pues qué dirás la noche próxima, cuando oigas la continuación, si es que vivo aún, porque así lo disponga la voluntad de este rey lleno de buenas maneras y de cortesía?"
Y el rey Schahriar dijo para sí: "¡Por Alah! No la mataré hasta no oír lo que falta de esta historia, que es muy sorprendente".
Después el rey Schahriar cogió a Schehrazada entre sus brazos, y pasaron enlazados el resto de la noche, hasta que llegó la mañana. Entonces el rey se levantó y se fué a la sala de justicia.
Enseguida entró el visir, y entraron asimismo los emires, los chambelanes y los guardias, y el diwán se llenó de gente. El rey empezó a juzgar y a despachar asuntos, dando un cargo a éste, destituyendo a aquél, sentenciando en los pleitos pendientes, y ocupando su tiempo de este modo hasta acabar el día. Terminado el diwán, el rey volvió a sus aposentos y fué en busca de Schehrazada.
Doniazada dijo a Schehrazada: "¡Oh hermana mía! Te ruego que nos cuentes la continuación de esa historia del jorobado con el sastre y su mujer". Y Schehrazada repuso: "¡De todo corazón y como debido homenaje! Pero no sé si lo consentirá el rey". Entonces el rey se apresuró a decir: "Puedes contarla".


Aquí termina está noche, empieza otra y Schehrazada está apunto de continuar la historia.

En esta noche se ha cerrado la larga historia de Hassan que ya comenté en Las Mil y Una Noche III  desde la decimonovena noche hasta esta. Un relato que representa lazos muy fuertes como la las relaciones familiares, el amor y la amistar a riesgo de ser corrompidas y luego recuperadas pasando por la esclavitud y la melancolía.

Los versos del poeta refuerzan la magia ¿Y si recopilo todos los de Hassan y su hermano?



"Y se dió la coincidencia de que la misma noche que penetró Chamseddin en la cámara nupcial, fué justamente la misma en que Nureddin penetró en el aposento de la hija del visir de Bassra. Y permitió Alah esta coincidencia del matrimonio de los dos hermanos en la misma noche, para demostrar que manda en el destino de las criaturas."

"¡Mía es toda la culpa! ¡Todo esto me ocurre por mi poco tacto y mi falta de discreción!"

"¡No temas nada! ¡Penetra tu lanza en el objeto de tu amor! ¡Y no hagas caso de los consejos del envidioso, pues no será el envidioso quien sirva a tus amores!¡Piensa que el Clemente no creó más hermoso espectáculo que el de dos amantes entrelazados en la cama!¡Míralos! ¡Ahí están, pegados uno a otro, cubiertos de bendiciones! ¡Sus manos y sus brazos les sirven de almohadas!¡Cuando el mundo ve a dos corazones unidos por ardiente pasión, trata de herirlos con el acero frío!¡Pero tú no hagas caso! ¡Cuando el Destino pone una beldad a tu paso, es para que la ames y para que con ella únicamente vivas!"

"¡Vuelvo a encontrar sus huellas, y al instante me domina el deseo!¡Y al recordar la mansión de la dicha, derramo todas las lágrimas de mis ojos!"

"¡Encendió el deseo en mi corazón, y se ausentó muy lejos! ¡Y se ausentó hacia lo más distante de nuestra morada!¡Mi pobre razón no he de recobrarla hasta que él vuelva! ¡Y aguardándole, he perdido asimismo el sueño reparador y toda la paciencia!¡Me abandonó, y con él me abandonó la dicha, arrebatándome la tranquilidad! ¡Y desde entonces perdí todo reposo!¡Me dejó, y las lágrimas de mis ojos lloran su ausencia, y al correr, sus arroyos llenan los mares;Que no pasa un día que mi deseo me empuje hacia él y palpite mi corazón con el dolor de su ausencia!¡Por eso su imagen se alza frente a mí, y al mirarla, aumentan mi cariño, mi anhelo y mis recuerdos!¡Oh! ¡ su imagen amada es siempre lo primero que se presenta a mis ojos en la primera hora de la mañana! ¡Y así ha de ser siempre, pues no tengo otro pensamiento ni otros amores!"

"¡He pasado un día y una noche en Damasco! ¡Damasco! ¡Su creador juró no hacer en adelante nada parecido!¡La noche cubre amorosamente a Damasco con sus alas! ¡Y cuando llega el día, tiende por encima la sombra de sus árboles frondosos!¡El rocío en las ramas de. estos árboles no es rocío, sino perlas, perlas que caen como copos de nieve a merced de la brisa que las empuja!¡En sus bosques luce la Naturaleza todas sus galas: el ave da su lectura matutina; el agua es como una página blanca abierta; la brisa responde y escribe lo que dicta el ave, y las blancas nubes derraman gotas para la escritura!"

"¿Por qué no quieres apiadarte y darme el gusto de entrar en mi tienda? ¡Por que tú, como la castaña, eres negro por fuera, pero por dentro blanco! Y te han elogiado todos nuestros poetas en versos admirables, hasta el punto de que puedo revelarte el secreto de que aparezcas tan blanco por fuera como por dentro lo eres"

"¡Su cortesía exquisita, la dulzura de sus modales y su noble apostura han hecho de él el guardián respetado de las casas de los reyes!
¡Y para el harén, qué servidor tan incomparable! ¡Tal es su gentileza que los ángeles del cielo bajan a su vez para servirle!"

"¡Oh! ¡Vuelva yo a la morada de mis antiguas noches! ¡Logre yo besar sus paredes!¡Pero no es el amor a estos muros de la casa querida el que me ha herido en mitad del corazón, sino el amor al que en ella vivía!"

"¡Todas las mañanas pido noticias suyas al sol que sale! ¡Y todas las noches se las pido al relámpago que brilla!¡Cuando duermo, hasta cuando duermo, el deseo, el aguijón del deseo, el peso del deseo, la sierra afilada del deseo trabaja en mí!! ¡Y nunca calma estos dolores!¡Oh dulce amigo! ¡No prolongues más la dura ausencia! ¡MI corazón está destrozado, cortado en pedazos, por el dolor de este ausencia!¡Oh! ¡Qué día. bendito, qué día tan incomparable sería aquel en que al fin pudiéramos reunirnos!¡Pero no temas que por tu ausencia se haya llenado mi corazón con el amor de otro! ¡Mi corazón no es bastante grande para encerrar otro amor!"

"¡Oh tumba! ¡Dime, por Alah, si han desaparecido la hermosura y los encantos de mi amigo! ¿Se desvaneció para siempre el magnífico espectáculo de su belleza?¡Oh tumba! No eres seguramente el jardín de las delicias ni el elevado cielo; pero dime, ¿cómo veo resplandecer dentro de ti la luna y florecer el ramo?"

"¡Pensé reconvenir a mi amante, pero en cuanto lo vi lo olvidé todo, pude dominar mi lengua ni mis ojos!¡He callado y bajé los ojos ante su apostura imponente y altiva, y quise disimular lo que sentía pero no lo pude conseguir!¡He aquí cómo después de haber escrito pliegos y pliegos de reconvenciones, al hallarle ante mi me fue imposible leer ni una palabra! "

"¡En lo más profundo de mi corazón hay para ti un secreto que no puedo revelar, un pensamiento íntimo y oculto que nunca traduciré en palabras!¡Oh tú, que humillas a la brillante luna, orgullosa de su belleza ¡oh tú, rostro radiante, que avergüenzas a la mañana y a la resplandeciente aurora!¡Te he consagrado un culto mudo; te dediqué, ¡oh vaso selecto! un signo mortal y unos votos que de continuo se acrecientan y embellecen!¡Y ahora ardo y me derrito por completo! ¡Tu rostro es mi paraíso! ¡Estoy seguro de morir de esta sed abrasadora! ¡Y sin embargo, tus labios podrían apagarla y refrescarme con su miel!"

¡Cuando te fuiste me puse a llorar, y las lágrimas se desbordaban de mis párpados!!¡Y juré que si Alah reunía alguna vez a los amantes, afligidos por su separación, mis labios no volverían a hablar de la pasada ausencia¡La felicidad ha cumplido lo que ofreció y ha pagado su deuda ¡Y mi amigo ha vuelto! ¡Levántate hacia aquel que trajo la dicha, y recógete los faldones de tu ropón para servirle!


Sólo he conseguido meterlos en un frasquito para que otras personas puedan disfrutar de él y que en mi corazón se queden siempre :) .

Se pueden hacer otras lecturas, y  por ello subrayé la frase:

 "¡Pues tu manera de proceder es un crimen muchísimo mayor que el mío, y debías empezar por castigarte!"


Y quise hacer un apunte al margen: nuestro comportamiento peca de muchas cosas, pero muchas veces la ley española mide la proporcionalidad en la defensa y en este caso se desmarca.

De momento no me voy a extender en estos temas ya que puede ser inapropiado, porque no viene al blog pero sí al caso. Ya veremos...

A mí ya me ha pasado unas cuantas veces con esta obra, y es que hay cuentos que conocemos por Disney ¿Quién lo escribió antes?  Sea como fuere, voy ha seguir leyendo contigo. Aquí tienes un presente.

Te desea una mágica noche con un buen sabor de arte,

Juliet Jones.

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